OBRAS EN EXPOSICIÓN. Período geométrico
Piet Mondrian:
Classic Drawing N° 7, Trafalgar Square, 1939-1943
Colección Museo de Arte Moderno Jesús Soto, Ciudad Bolívar
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La estética ascética de Mondrian, que buscaba
evadir cualquier rasgos de sensualidad en el cuadro, se refleja en este pequeño
pero significativo dibujo. El esbozo de una cuadrícula no es más que el
resultado de la reiteración en los elementos que constituyeron los vocablos
esenciales del lenguaje de Mondrian: las líneas rectas verticales y
horizontales. No obstante, el trazo del creyón sobre el papel, a manera de
boceto, otorga a esta pieza una calidad menos rigurosa, que se ve acentuada por
su carácter inconcluso.
Víctor Vasarely, Kaba, 1950
Colección Mercantil, Caracas
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Kaba fue realizada en 1950 y está inscrita dentro de la producción de Víctor Vasarely conocida como el «estilo de Gordes», surgido a partir de una estancia
del artista en el pequeño pueblo de Gordes (Aix-en-Provence, Francia) en 1948.
Este estilo, aunque simultáneo a otros momentos precinéticos de Vasarely, como
el Denfert o el Belle-Isle, será el más importante para el desarrollo posterior
de su trabajo, debido a la asunción de la geometría como un tema en sí mismo,
que aquí se actualiza. Los estudios sobre la forma plana y su capacidad de
reversibilidad espacial, se hallan en la base conceptual de las obras de esta
etapa. Estas preocupaciones engloban el problema de la representación de las
formas tridimensionales y su proyección en el plano bidimensional, con miras a
abandonar la concepción perspectívica tradicional. Son características de este
período las obras realizadas en blanco y negro, y la interacción de amplios
planos geométricos con formas verticales muy delgadas y puntiagudas.
Este Estudio fue realizado en 1950, año en el
que Pascual Navarro opta por la abstracción geométrica. El artista había llegado becado
a París en 1947 tras obtener el Premio Federico Brandt en el VIII Salón
Oficial Anual de Arte Venezolano. Aunque hasta entonces había trabajado dentro de la figuración, se
vincula a los grupos abstractos de tendencia lírica. Será en 1950 cuando se una
a Los Disidentes y comience sus indagaciones en torno al geometrismo. Podría
considerarse entonces 1950 como un año de transición entre ambas corrientes del
abstraccionismo. Así parecen subrayarlo las preocupaciones que dejan traslucir
las obras realizadas este año, las cuales evidencian tensiones dadas por el
explosivo ritmo de la composición expresionista y el intento de refrenarlo.
Algunas pinturas, por ejemplo, están realizadas con gruesas pinceladas que
aunque describen cierto geometrismo, no logran evadir el sentido expresivo del
trazo. Por ello, el collage de papel recortado le otorga al artista la
posibilidad de desvincularse de la expresividad del gesto y la materia. No
obstante, como se aprecia en este Estudio,
el ritmo dado por las formas geométricas alargadas que actúan como líneas de
fuerza, hace a esta composición cobrar un dinamismo inusual dentro de la
corriente.
Luis Guevara Moreno llega a París en 1950,
tras un breve paso por Nueva York en el que tuvo la oportunidad de conocer la
obra de Mondrian. En la capital francesa, Guevara Moreno comienza a trabajar
bajo la influencia del maestro holandés y los estudios de la forma derivados
del cubismo sintético que había llevado a cabo en Caracas. Realiza entonces
obras –como S/T– estructuradas por líneas rectas diagonales y
ortogonales que propician la intersección de planos de color, evidenciando
preocupaciones que se dirigen a la construcción del espacio pictórico. Las
pinturas de esta etapa podrían situarse como antecedentes directos de los
llamados «cuadros objetos» o «coplanales», obras en las que el artista intentó
superar las limitaciones espaciales del cuadro.
Tela E pertenece a la serie de «Líneas
inclinadas» o «Líneas coloreadas sobre fondo blanco» realizada por Alejandro Otero entre
1950 y 1951. Estas obras fueron la consecuencia plástica de un proceso de
síntesis paulatina que se deriva de la serie de Las Cafeteras, en el que Otero
va deconstruyendo el objeto en el espacio, dando como resultado «telas ... casi
vírgenes, surcadas apenas por dos o tres líneas rojas, azules y amarillas, con
alguno que otro empaste blanco cubriendo parte de la impoluta superficie»[1]. En estas piezas el espacio es el
elemento constructivo principal, pues se materializa y se hace palpable,
plástico. El color y la línea, conforman este espacio, que según las
variaciones en sus relaciones, cobra características propias en cada pieza. Las
Líneas coloreadas sobre fondo blanco, constituyen, para algunos críticos, la
síntesis máxima y la máxima expresión de las indagaciones de Otero en torno a
al línea, el color y el espacio, y pueden considerarse el definitivo salto del
artista al lenguaje abstracto.
Carlos González Bogen fue uno de los más
destacados representantes de la corriente abstracto-geométrica del país,
desplegando además una intensa actividad como promotor y difusor del
geometrismo en Venezuela. Su obra pareciera nutrirse directamente del
suprematismo, sobre todo por su gusto por la decantación extrema de los
elementos compositivos, la austeridad formal y el empleo de un lenguaje regido
por el rigor de la pureza. Composición
sin título evidencia el afán ascético del artista que lo lleva a evadir la
utilización de formas geométricas identificables –como el triángulo o el cuadrado–, en las cuales ve una carga de significación extraplástica. El
artista crea entonces un lenguaje de formas inéditas con miras a lograr una
obra donde lo importante sea el establecimiento de relaciones puras –basadas en
principios matemáticos–, así como la tensión que se genera de estas relaciones.
Víctor Valera viaja
a París en 1951. Allí se adhiere a los grupos abstracto geométricos, trabajando
por algún tiempo en el taller de Víctor Vasarely. Las preocupaciones de Valera
en esta época estaban dirigidas al estudio de las relaciones del espacio con la
forma y el color. En este sentido, realiza sus primeras composiciones «seriales»,
donde incorpora sobre un plano monocromo pequeños puntos o cuadrados de
diversos colores, dispuestos de manera de lograr una superficie de gran dinamismo.
Composición geométrica está inscrita dentro de estas búsquedas en las
que el interés por la escritura musical contemporánea, por el grafismo de los
signos musicales, también se deja entrever.
Como «Estructuras
cinéticas de elementos geométricos» denominó Jesús Soto a una serie de obras en las
que se confrontaban dos planos, uno de madera y otro de plexiglás, sobre los
que el artista había estampado una suerte de entramado de rejillas de líneas
dispuestas en diversas direcciones. Desde 1953 Soto había introducido el
plexiglás en piezas como Dos Cuadrados en
el espacio y Evolución,
concibiendo «la caja», fórmula de expresión del espacio que, como señalara
Alfredo Boulton, revolucionaría las artes plásticas. Las Estructuras cinéticas
de elementos geométricos derivan de estas primeras cajas, que reiteraban en el
desplazamiento de la forma, pero en donde la participación del espectador
estaba apenas en germen. Piezas como las que nos ocupa, en cambio, requieren de
la participación –el desplazamiento– del espectador para activarse como un
campo de cambios formales y espaciales dados a nivel retiniano, gracias a la
superposición de planos de percepción que permite la transparencia del
plexiglás.
Alejandro Otero:
Coloritmo 4, 1954
Colección Mercantil,
Caracas
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Alejandro Otero
realizó setenta y cinco coloritmos. Cada uno de ellos despliega, en su aparente
uniformidad, una compleja estructura, un juego de color-y-ritmo proveniente de
un ejercicio sintético de búsqueda de valores y relaciones esenciales. Las
características de los coloritmos variaron a través de los años, evidenciando
una profundización plástica en torno a los problemas del espacio, el color y la
línea. El Coloritmo 4, corresponde a
la primera etapa de realización, en la cual las formas geométricas que están
dispuestas entre las bandas paralelas son, en comparación con coloritmos
posteriores, muy evidentes y diferenciables, constituyendo planos intermedios
entre el primer plano y el fondo.
En 1949 y radicado en Europa, Mateo Manaure se interesa por la abstracción geométrica a través de su visita a las diversas
exposiciones que sobre arte abstracto se estaban llevando a cabo en el París de
la postguerra. Junto a otros artistas venezolanos, funda el grupo Los
Disidentes y comienza a trabajar y a difundir el arte abstracto en nuestro
país. La línea de lo que podríamos llamar el primer período abstracto de
Manaure, deriva directamente del contacto que tuvo en la capital francesa con
los grupos asociados al neoplasticismo. La serie El negro es un color,
realizada en Venezuela entre 1955 y 1956 y generalmente conformada por tablones
verticales de fondo negro, corresponde a las indagaciones de Manaure en torno a
las relaciones cromático-espaciales de los colores puros en relación al negro,
verificando las posibilidades cromáticas de éste y los cambios que se producen
en su carácter respecto a la disposición y forma de los colores asociados.
De los artistas venezolanos que se asociaron a la vanguardia geométrica en París a principios de la década de 1950, es Oswaldo Vigas uno de los que se aleja de los lenguajes derivados del neoplasticismo, en pro de una abstracción menos «fría». Vigas venía investigando en la abstracción desde 1943; simultáneamente, y tras la contemplación de la Venus de Tacarigua, –icono del precolombino venezolano–, comienza a interesarse por el arte primitivo. Así, a mediados de la década de 1950, y después de haber realizado sus primeras «brujas», su lenguaje se recoge en signos más simples, yendo abiertamente al abstraccionismo. Sin embargo, aunque el artista había declarado para esta fecha su intención de dirigirse «a una depuración de todo lo que no es indispensable para la composición»[2], el abstraccionismo de Vigas no deja de remitirnos a signos de vinculación ancentral, en trabajos que podrían tener relación con la poética del uruguayo Joaquín Torres-García. La pincelada gruesa, que evidencia la presencia del trazo, los ángulos suaves, la profusión de líneas curvas, el color matizado en busca de crear ciertas texturas, caracterizan las obras de esta época, en donde Composición en blanco y negro se inscribe.
Josef Albers: De la Serie Homenaje al cuadrado, 1957 Colección Museo de Arte Moderno Jesús Soto, Ciudad Bolívar |
La serie «Homenaje
al Cuadrado» constituye uno de los trabajos experimentales de Josef Albers más
difundidos y conocidos. Realizada por más de veinte años, a partir de la década
de los años cincuenta, esta serie reitera las indagaciones de Albers en torno
al color. En estas obras el repertorio formal se halla restringido al cuadrado,
que se superponen en progresión de escalas, permitiendo que los colores,
cuidadosamente calculados y en estrecha interacción, actúen produciendo una
percepción alterada de medidas, tonos y relaciones espaciales.
Omar Carreño: Posinega, 1957 Colección Mercantil, Caracas |
A su regreso a
Venezuela en 1955, Omar Carreño, quien había pasado cinco años en la capital
francesa asociado a los grupos artísticos abstracto geométricos, continúa sus
indagaciones en obras que denominó «Posinega». Estas piezas revelan una
evolución formal respecto a los «Polípticos», obras transformables realizadas y
expuestas en París, en las que las búsquedas abstractas se manifestaban a
través de líneas multidireccionales dispuestas sobre planos móviles. En los Posinega, se verifica la intención del
artista de simplificar al máximo el lenguaje abstracto mediante la supresión de
la diagonal para enfatizar la verticalidad lineal, y la eliminación del color
como vía para lograr tensiones visuales derivadas de la relación blanco y
negro, positivo-y-negativo, noción que da origen al nombre de esta serie.
Para 1957 Víctor Valera se encontraba
investigando en los problemas asociados al volumen en la escultura. Ese año
recibe el Premio Nacional de Escultura por su pieza Aroa, perteneciente
hoy a la colección de la Galería de Arte Nacional, y que representa, según
palabras del artista, el cambio del punto de partida de su propuesta
escultórica anterior, constituida por ensamblajes de elementos metálicos. Con Aroa,
nos dice, «comencé a desarrollar el volumen desde sí mismo y no desde el
exterior»[3]. Más es menos, tiene
características que la acercan a la propuesta de Aroa; aunque nuestra
pieza es más corpórea, en tanto las láminas de metal en ella se unen y forman
concavidades (en Aroa, en cambio, el espacio se crea a partir de una
lámina de metal contorsionada), es evidente el interés del artista por vincular
la obra al espacio, permitiendo que el vacío la penetre, logrando un hermoso
juego de vacíos, llenos y sinuosidades. En estas piezas, además, Valera logra
revelar las posibilidades plásticas del metal, que se vuelve, a los ojos del
espectador, en materia dúctil.
Lo que la crítica ha venido diferenciando
como la etapa geométrica de Elsa Gramcko transcurre desde 1957 a 1960. El
abstraccionismo geométrico de esta artista, cuyo temperamento creador tiende
más bien a lo intuitivo, memorioso y emocional, tuvo, por estas razones,
características muy particulares. Esta obra, S/T, ejemplifica en buena medida el muy personal acercamiento de
Gramcko al lenguaje geométrico: en lugar de la madera, la artista prefiere la
tela como soporte; los colores, aunque aplicados en planos no matizados,
rehuyen el cromatismo vivo de los primarios y secundarios, en favor de
tonalidades terciarias y mezclas. Estructuralmente, la obra se basa en un
esquema de figura-fondo, en el que las formas se hallan dispuestas sobre un
fondo de color plano, permaneciendo alejada de las preocupaciones que en torno
al espacio de la obra de arte –y su desestructuración– actualizaba la
vanguardia geométrica.
El vocabulario de
formas que Elsa Gramcko recreó en su etapa geométrica se diferenció del utilizado
por la mayoría de los pintores que trabajaban en esta tendencia. Juan Carlos
López ha señalado que en estas formas «generalmente de contornos agudos y con
una marcada tendencia a la verticalidad... hay una reminiscencia orgánica que
las hace semejantes a huesos, caracoles y otras formas calcáreas»[4]. Máquina
es una obra característica de esta etapa, antecedente quizás, de la pieza Sin título (1960) perteneciente a la
colección de la Galería de Arte Nacional. En ambas pinturas, la percepción de
la estructura de figura-fondo está acentuada por la incorporación de un fondo
oscuro y la construcción de un «cuerpo geométrico» que actúa como figura
ensamblada o máquina. Este escape de los parámetros formales que caracterizaron
al movimiento abstracto geométrico, subraya lo expresado por la artista sobre
este período de su trayectoria: «...yo no la considero una pintura abstracta,
es demasiado emotiva y con demasiados contenidos interiores»[5].
En 1958 Alejandro Otero
obtuvo, con el Coloritmo 36, el Premio
Nacional de Pintura, en el XIX Salón Oficial Anual de Arte Venezolano. Esta
obra es característica de la segunda etapa de realización de los Coloritmos, en
la que puede apreciarse un adelgazamiento de las formas geométricas dispuestas
tras el entramado de bandas verticales del primer plano. El alargamiento
vertical y oblicuo de estas formas, otorga a la composición un delicado
dinamismo, sugerido por el contraste de los pequeños acentos cromáticos y las
bandas negras. Así, las formas geométricas ya no parecen «flotar» detrás de las
bandas verticales –como en la etapa anterior–, pues la relación de casi
paralelismo surgida entre estos elementos compositivos –formas y bandas–
introduce una tensión, una ambigüedad perceptiva, que revela una concepción
espacial más compleja. Las bandas horizontales en la zona inferior y media de
la obra, así como incorporación de líneas oblicuas oscuras, contribuyen a
subrayar este juego espacial.
1959 marcó el
comienzo de la larga serie de «Fisocromías» realizadas por Carlos Cruz-Diez.
Para este entonces, el artista había experimentado con obras asociadas al arte
óptico, en las que el color jugaba un papel determinante, y con piezas
transformables que demandaban la intervención directa del espectador. En su
continuo afán por investigar las propiedades visuales y plásticas del color, el
artista había adelantado, entre otras tesis, la de la irradiación cromática,
que será crucial para el desarrollo de piezas posteriores. Es en las
Fisicromías, serie de la cual Construcción cromocinética devela una
filiación, donde Cruz-Diez alcanza un depurado patrón formal que le permite
construir un espacio plástico vibrátil y cambiante, debido a los efectos que la
estructura de líneas verticales paralelas de diversos colores, característica de
estas piezas, produce en relación a la incidencia de la luz y al movimiento del
espectador.
A diferencia de
otros artistas de su generación, Ramón Vásquez Brito se asocia a los lenguajes
abstracto-geométricos después de su regreso a Venezuela, tras haber pasado un
tiempo radicado en Buenos Aires. Aunque no participó de la disidencia parisina,
tomó con mucho entusiasmo las ideas que imperaban sobre la necesidad de
renovación cultural del país y sobre todo las ligadas a la integración de las
artes, en las que se manifestaba particularmente la necesidad de aliar las
artes plásticas a la arquitectura. Vásquez Brito emprende así la realización de
tablones horizontales como proyectos de murales que nunca llegaron a
realizarse. S/T es una de estas piezas, en las que el artista usaba un
registro formal de rectángulos y paralelas, «entre los cuales los planos de
color eran un elemento combinatorio de las relaciones de vibración que se
establecían sobre un plano general de color blanco»[6].
Jesús Soto:
Relieve negro y rojo, 1959
Colección Mercantil, Caracas
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Hasta 1957 Jesús Soto
trabajó en las indagaciones espacio-visuales dadas por las Estructuras cinéticas de elementos geométricos. A partir de 1958 el
artista comienza a experimentar con otros materiales, sustituyendo el plexiglás
por entramados de alambres retorcidos irregularmente, los cuales eran
dispuestos sobre superficies de textura rugosa rayadas vertical u horizontalmente.
Algunas de estas piezas han sido tituladas «Vibraciones» debido al intenso
efecto visual que produce el contraste entre el «barroquismo» del elemento
metálico y el fondo estructurado. Boulton califica este momento de búsqueda
expresiva, como relevante para la producción posterior de Soto, puesto que a
partir de estas obras (y las aún más barrocas presentadas en la «Exposición
Bewogen Bewegign» de Amsterdam, 1961), se da «el verdadero y efectivo comienzo
del desbordamiento espacial de las estructuras»[7].
R-32 es una obra de transición
entre la etapa geométrica de Elsa Gramcko y su obra posterior, creada dentro de
una poética informal. Las obras de transición se caracterizan por presentar una
gran figura geométrica como elemento central de la composición y un creciente
interés por las texturas. De hecho, la artista comienza a experimentar,
mezclando los pigmentos con materiales como el aserrín, la tierra o la
arenilla, como en este caso, con la finalidad de dar mayor cuerpo y densidad
matérica al color.
Notas
[1] BALZA, José: Alejandro Otero,
Olivetti, Milán, 1977, p. 46
[2] DIEHL, Gastón: Oswaldo Vigas, Armitano Editores, Caracas, 1990, p. 58.
[3] Entrevista a Víctor Valera realizada por María Luz Cárdenas en: Museo de Arte Contemporáneo de Caracas: Víctor Valera. Esculturas. 1954-1984, Caracas, 1984, Cat. 65, p. 10.
[4] Juan Carlos López Quintero: «Elsa Gramcko. Una alquimista de nuestro tiempo» en: Galería de Arte Nacional: Elsa Gramcko. Una alquimista de nuestro tiempo. Muestra Antológica 1957-1978, Caracas, 1997, p. 18.
[5] Entrevista con Elsa Gramcko realizada por Miguel Miguel y Margot Römer, el 2 de septiembre de 1976. Citado en Ibídem.
[6] RODRÍGUEZ, Bélgica: La pintura abstracta en Venezuela. 1945-1965, Maraven, 1980, p. 142.
[7] BOULTON, Alfredo: Soto, Ernesto Armitano Editores, Caracas, 1973, p. 50.
[7] BOULTON, Alfredo: Soto, Ernesto Armitano Editores, Caracas, 1973, p. 50.
*Estos textos fueron originalmente publicados en el catálogo de la exposición «Geometría como vanguardia. Colección Banco Mercantil» curada por mí y realizada por la Fundación Banco Mercantil. La exposición fue exhibida en el Museo de Arte Moderno Jesús Soto (Ciudad Bolívar, Venezuela, febrero 2001), el Museo de Barquisimeto (Venezuela, junio, 2001), el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia (MACZUL) (Maracaibo, Venezuela, octubre 2001) y el Museo Alejandro Otero (Caracas, Venezuela, febrero, 2002).
El catálogo razonado recoge también un ensayo preliminar y el análisis de las piezas contemporáneas presentes en la exposición, así como las síntesis biográficas de los artistas representados en la muestra.
© Katherine Chacón
Estoy inter sado en la obra del maestros Luis Chacón para reflexionar sobre sus obra pues fue quien inició la.muestra en el Mavet de San Cristóbal soy docente de kanula tachira
ResponderEliminarHola, te recomiendo dirigirte a la Galería Arte Nacional, donde tienen información sobre el maestro Chacón.
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