28 de septiembre de 2015

Gaudi Esté: Símbolos de una historia actual*

Sedicioso VI, 1993. Talla en madera, 113 x 120 x 27,5 cm.


Hay dos aspectos fundamentales en la otra de Gaudi Esté –el virtuosismo técnico de su talla en madera y la inclinación temática a lo social– cuya afinación y, sobre todo, su coherente interpenetración en el lenguaje de su obra actual, han contribuido a que ésta alcance altos niveles de resolución plástica, fuerza expresiva y temple personal. 

Desde el punto de vista temático, es innegable que la trayectoria de Gaudi Esté ha venido definiéndose dentro una vertiente –ciertamente poco trabajada en el arte contemporáneo venezolano– que podríamos relacionar con la crítica social. «Yo pienso que el hombre es un ser oprimido por la sociedad, por el sistema, por la familia»[1] ha apuntado la artista, develando, al tiempo, una particular noción de lo social que involucra lo individual, lo más precariamente humano, en permanente conflicto con las normas y modos del colectivo. Podríamos decir que para la artista, algo íntimamente resguardado en el alma humana, se ve amenazado, violentado por el irreflexivo comportamiento de la masa.

Pero si bien esta noción se nutrió en un principio de lo referencial recor-demos las «Gentes» de su primera etapa, esos personajes cotidianos que en su corrección y uniformidad nos recordaban aquellos burócratas kafkianos imbuidos en el sin sentido de la «maquinaria” social, ha venido incorporando en un proceso abrupto de profundización en estos contenidos temáticos, interesantes rasgos simbólicos y emblemáticos. De esta manera su obra actual se aleja del comentario exteriorizante, para dar acceso a imágenes de honda vinculación psíquica: algo de bestiario, de icono medieval se halla en estos animales, cuyas figuras y gestos resumen, en una afortunada síntesis, potencia y exquisito equilibrio de formas, obviando, no obstante, cualquier afán preciosista. Pareciera que estas  obras fungen como constructos simbólicos de un pensamiento colectivo, que en nuestro país adquiere, sobre todo en los últimos años, un notable sentido transformador. El miedo, la rabia, el empobrecimiento, la injusticia, la impotencia, pero también el humor y la ironía, aparecen poblando el universo referencial de estas piezas.

Por otra parte es interesante señalar la importancia que tiene el aspecto técnico en las obras recientes de Gaudi Esté. Si antes habíamos admirado el perfecto acabado de sus figuras, no dejaron de asombrarnos a partir de 1992 cuando se hace merecedora del Gran Premio en el XVII Salón Nacional de Arte Aragua pero, definitivamente, a partir de 1993 las violentas transformaciones que experimenta su trabajo en cuanto a resolución técnica y calidad textural.

Ya en 1983 la artista había dejado de trabajar en rolas para comenzar a armar bloques de madera a partir de tablones prensados. Pero es recientemente cuando, desarticulando el proceso mismo de la talla, empieza a crear «desnudando» las piezas de sus «subterfugios decorativos». En un encomiable afán de experimentación que no abandona sus raíces técnicas sino que se adentra en ellas, la artista explota como recurso expresivo la calidad bruta del material, la potencia estructural de las formas y la violencia casi gestual del proceso de la talla. Superficies gruesamente desbastadas, rasgos «inacabados», texturas ásperas, brutas, evidencia de los cortes y empates de madera, contribuyen a conformar imágenes tensas, casi dramáticas, en las que –como en el alma del venezolano actual– la angustia y el humor se hallan enlazados.

Si dentro de lo que he venido identificando como nuestras «tradiciones escultóricas», la talla en madera tiene un sitial relevante, estas piezas de Gaudi Esté –en las que en su lenguaje emerge maduro y pleno de posibilidades– aparecerán en una futura historia de esta técnica en nuestro país, como uno de los más coherentes momentos en la renovación de esa tradición a partir de sus propios fundamentos. 
                                                                                           

Katherine Chacón



[1] Lenelina Delgado: «La Gente de Gaudi Esté», El Universal, Caracas. 17-4-82, p. 4-1.

El guerrero momificado, 1994. Talla en madera, 60 x 163 x 23,5 cm.

Sedicioso VII, 1993. Talla en madera, 103 x 56 x 45 cm.


Sin título (De la serie «Los sediciosos»), 1993. Talla en madera, 113 x 120 x 27,5 cm.


* Texto publicado en: Gaudi Esté. Del pasado al presente, catálogo de la exposición homónima realizada en la Galería Freites, Caracas, septiembre de 1994, tríptico, ilust.

© Katherine Chacón

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